este es un articulo donde Leon Krauze da su opinion de la izquierda mexicana y me parecio interesante, lo vi en su blog "El Mirador" en la pagina de W Radio:
Confieso: si en México hubiera un partido de izquierda moderna —o un candidato de izquierda moderna— votaría por él en un abrir y cerrar de ojos. Creo en la soberanía de la mujer sobre su cuerpo, en el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio y en la eutanasia activa. Estoy convencido de que la gran crisis financiera no ha dejado lugar a dudas: el planeta necesita encontrar un capitalismo compasivo que tenga como objetivo central la solidaridad y la reducción de la desigualdad antes que el enriquecimiento rapaz. Tengo claro que el mundo tiene más que aprenderle al mejor Marx que a Ayn Rand. Pero también sostengo que el mercado libre ha llegado para quedarse (por su capacidad de innovación y su espíritu de competencia) y que los países que insistan en darle la espalda a la realidad se dan un lujo peligroso: el de la neurosis. Hoy, cada acción populista, cada obsesión con luchas obsoletas, cada atavismo equivale a una carga ineludible para las generaciones venideras. Soy, pues, un hombre de izquierda. Y en México soy un huérfano político.
La mía, como la de muchos otros, no es una orfandad pasiva. La testarudez de la izquierda mexicana, que va a contrapelo del desarrollo no sólo de la mayoría de la izquierda latinoamericana sino de la izquierda mundial, me provoca rechazo y exasperación. Fragmentada y secuestrada por el dogma, la izquierda nacional ha tirado a la basura no sólo sus propias posibilidades electorales sino la necesidad de millones de votantes de encontrar un gobierno que tenga la valentía de promover la agenda progresista. Basta un botón: es en parte gracias a la inviabilidad de la izquierda que el país está ahora secuestrado por congresos locales que se atreven a darle una cachetada a la mujer mexicana en pleno siglo XXI. Increíblemente, la izquierda inoperante es hoy la mejor promotora de su antagonista político. Y así ocurrirá hasta que la izquierda asuma con seriedad la identidad social-demócrata que ocupó fugazmente en los primeros años de Cuauh-témoc Cárdenas y en los meses iniciales del López Obrador más lúcido, antes de la demencia.
El primer paso tiene que ser el de la humildad. Si alguien me obligara a hacer un repaso de los defectos que más me irritan de la izquierda mexicana, su narcisismo encabezaría la lista. Como ocurre en todos los esquemas corroídos por el populismo, nuestra izquierda está convencida sólo de sus maneras. Todo lo demás le resulta sospechoso. La izquierda misma parece dividirse entre legítimos y espurios. Y asombra que, con frecuencia, los censurados sean hombres y mujeres con auténtica carrera en la izquierda mexicana. Sólo en México ocurre que un hombre como Luis González de Alba, miembro eminente de la lucha del 68, o José Woldenberg, líder sindicalista universitario, e incluso Jesús Zambrano, quien militó en la 23 de Septiembre, sean considerados traidores y fachas. En México, Porfirio Muñoz Ledo y hasta Manuel Bartlett son más “de izquierda” que cualquiera de los anteriores. Para Ripley.
¿Hay solución? Sí, y está a la mano. Basta tener la disposición de mirar al sur, empezando, quizá, por Uruguay, Es ahí donde Pepe Mujica —un antiguo tupamaro, nada más y nada menos— acaba de ganar la presidencia. Después de pertenecer a la guerrilla, Mujica pasó 11 años en prisión. Y, como Mandela, emergió siendo un hombre mejor. No ha perdido sus convicciones de izquierda. Sólo ha dejado atrás sus lastres. Hace poco, en una entrevista notable, Mujica confesó que no es posible vivir “esclavizado por las cuentas pendientes de la vida”. Y abundó: “Yo tengo memoria y recuerdos, pero una cosa está bien clara: es importante mirar el pasado, pero también es necesario perderle el respeto. La vida es porvenir”. No tengo nada que agregar.
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